jueves, 18 de abril de 2013

Yo de mecánica no tendría precio

Hace un par de semanas decidí que después de más de 4 meses desde el accidente, era momento de mirar cómo estaba la bici de verdad y traérmela a Nijmegen.

La verdad es que el lado izquierdo está bastante raspado y perdí un reflector, pero como parecía que la rueda de atrás rozaba con algo, quería revisarla en condiciones. Y por en condiciones quería decir alguien que sepa.

Porque el viaje de la oficina a la estación fue muy duro: la bicicleta no quería avanzar y me tocó empujar, y cambiarme de lado como 20 veces, y empujar un poco más.

Por más que miraba qué podría ser, nada, que no sabía.

Y ya por fin en la estación me metí en la cabina esta donde están las máquinas para comprar el billete (porque la bici también necesita su billete para subir al tren) y la solté de cualquier manera. Se golpeó contra una barra y sonó un POMMM que pensé "ay madre, ya me la he cargado 100%".

Pero el caso es que cuando salí hacia atrás, la rueda trasera ya no rozaba. Así que mientras esperaba miré y por fin lo vi: del hostiazo las barras que sujetan el guardabarros al eje de la rueda se habían doblado e iban rozando en el neumático. Las enderecé y ¡ya está! Pero por si acaso que me la vea alguien que tenga mejor ojo (o por lo menos que vea, que ya será una increíble mejora).

El martes también volví a montar en bici, más de 4 meses después. Y no me caí, lo que es una gran mejoría desde la última vez :P

domingo, 14 de abril de 2013

Bolonia: la pizza que se salía del plato

Jo, hace ya casi un mes que estuve en Bolonia y al final entre gripazos y otras cosas, no seguí con ello.

Así que voy a hacerlo por temas. Ahora, los sitios para comer que visitamos.

La verdad es que eso de que uno de los epítetos de la ciudad sea "la gorda" lo entiendo perfectísimamente. Durante los casi 4 días que pasamos allí me sentí llena en copete y alguna noche me salté la cena porque seguía rumiando la comida. Ozú.

La primera noche la verdad es que no nos sentíamos muy aventureros y con lo cansados que estábamos acabamos en un restaurante en Via Broccaindosso, Scacco Matto. Resultó ser un sitio digamos de pitiminí, que estaba llenísimo y que salió un poco caro. Pero estaba todo muy bueno. Yo pedí una sopa de pescado con habas y estaba que resucitaba a un muerto. Las cantidades no eran muchas, pero saciaba. Y sinceramente, estaba tan cansada que fue comer algo y a la piltra.

Al día siguiente, después de una pateada por la ciudad, paramos en un restaurante llamado Osteria delle doncelle. Nada del otro mundo. Pan boloñés, plato principal, postre y café. Veinte euros por barba. Lo más exótico del lugar es que servían...

¿A quién no le apetece un osito?

Esa noche decidimos probar las pizzas y fuimos a una pizzería famosa entre la juventud de la ciudad: Pizzeria Spacca Napoli, en la Via San Vitale 45. Decir que las pizzas se salen del plato es subestimarlas. No recomiendo pedir una para sola una persona a no ser que tengáis tanta hambre que os comeríais un cerdo entero, literalmente. Mejor una para 2 (o 3).

 Comparación con mi manica
Estaba riquísima, pero aunque tenía hambre no fui capaz de pasar de la mitad, y ya con problemas de respiración, jeje. Da mucha pena dejarse tanta comida en el plato (y fuera de él), así que no cometáis el mismo error y pedid una para dos! Creo que esas dos monstruosidades y las bebidas nos salieron por menos de 20 euros, pero mi memoria está fatal.

Los calzone también se salen del plato
Esa noche tuvimos pesadillas mientras el cuerpo trataba de asimilar tanta comida.

Al día siguiente decidimos quemar tanta comida e irnos a caminar por la ciudad y hacia el santuario. Así que buscamos algo de camino.

Acabamos en Pasta fresca Naldi, un negocio familiar de comida para llevar. Cocinan todo tipo de pasta, riquísima. Yo escogí tagiatella al ragú (o a la boloñesa) para cargar las pilas. También es muy barato, en torno a 7-10 euros (dependiendo del tipo de pasta y salsa que escojas). La pasta es casera, se nota en el sabor y la textura. El sitio es muy pequeñito, no está hecho para comer allí aunque tienen un par de mesas con sillas.

Las señoras son un amor y nos despidieron efusivamente lanzándonos hasta besos. Muy recomendable. Comida tradicional y casera, a la par que económica, qué más se puede pedir.

Esa noche estábamos tan llenos que nos dimos un descanso para rumiar lo que llevábamos. Algo de fruta y ya.

Y por fin el último día, nos liamos con un par de museos y salimos francamente tarde a comer. Tanto, que nos pilló con la cocina cerrada! Y nosotros con más hambre que el perro de un ciego!

Intentamos ir a Rosso, un restaurante con menú del día por 10 euros. Pero también estaba cerrado. Así que dando una vueltecica por los alrededores por fin encontramos un sitio donde poder reponer fuerzas. Y encontramos el Caffé Opera e tulipani. Momentazo con la camarera a la hora de pedir, porque yo con la falta de azúcar no podía pensar y no entendía mitad de lo que me decía, un intento en inglés acabó siendo una conversación de besugos y lo que pedimos al final resultaron ser albóndigas (muy ricas, por cierto), pero que no se parecía a lo que pensamos en un momento. Lo mejor fue la tarta de postre y la atmósfera del café :)

martes, 9 de abril de 2013

Adiós, avión, adiós

Es la primera vez que pierdo un avión. Y nunca pensé que sería por lo bien que funcionan las vías ferroviarias en Holanda.

Ayer tenía que haber volado a Barcelona. Como iba en low cost y no tenía que facturar, tan solo pasar el control de seguridad y marchar, cogí el tren de forma que solo tuviera que estar una hora en el aeropuerto.

Craso error, visto el resultado.

Para empezar, al llegar a Arnhem nos hicieron bajar del tren porque no iba ya para Schiphol. La primera en la frente. ¿Por qué? Ah, bueno, eso ya no me lo supieron decir.

Así que a esperar 15 minutos para coger el tren que iba a Den Helder parando en Utrecht donde tendría que cambiar de tren para el aeropuerto.

Resultó ser el mismo tren que antes pero al que le cambiaron el cartel. ¡Qué apañaos!

Pues nada, ya en ese tren nos anuncian que hay que darle paso al tren internacional y ahí, ahí empezó la tortura. Juraría que si hubiera ido andando junto al tren habría llegado antes. Trayectos de 15 minutos que se convierten en 40. Y así acumulándose hasta llegar a Utrecht con más de 30 minutos de retraso, que ya hicieron que el siguiente tren que salía al aeropuerto fuera una pérdida de tiempo, porque ya perdía el avión.

Y de vuelta al tren. Iba tan lleno en el trayecto de vuelta que tuvimos que ir de pie apiñaditos. La verdad es que me hizo sentirme un poco como en casa, esas mañanas asardinados en la línea circular cuando te subías en Laguna. Que en pleno invierno ibas sudando hasta el punto de medio desmayarte.

Por lo menos aquí no llevaba el sobaco de nadie cerca de la cara. Afortunadamente, porque creo que habría muerto en la cámara de gas.

sábado, 6 de abril de 2013

Sigo por aquí

Pero es que no he parado. Y además me pillé un gripazo. Ya contaré cosas. Pero ahora no puedor!