Hoy cumplo años. En concreto cumplo uno. Es que soy muy joven...
Hace un año exactamente nacía a otra vida. La vida holandesa. Esa que consiste en comer fatal y montar en bici aunque mi falda se niegue a dejarme. Esa que está llena de lluvia y últimamente de nieve (creo que esta semana va a volver a caer ese manto blanco que tanto nos gusta por aquí). La vida en la que los kilómetros que te separan de casa se cuentan por miles y las vacaciones se aprovechan para volver a casa y traerse la maleta llena de cosas tan imprescindibles como una botella de aceite (!).
Las fotos se acumulan y atesoran en el disco duro del ordenador, y amenazan con ser tantas que pierdan el sentido de su ser. Las experiencias se acumulan a ritmo acelerado (al menos por ahora que todo sigue siendo nuevo).
Hace un año llegaba en avión cargada como una hormiguita, con mucha ilusión y un despertador que me acompañó todos estos años de instituto, universidad pero que no sobrevivió al duro viaje y me abandonó a mi suerte. No he podido reemplazarlo desde entonces y la verdad es que ese pi-pi-pi que me acompañó tantos años lo eché de menos al principio pero todo se pasa con el tiempo.
El tiempo vuela y uno no se da ni cuenta. Dentro de nada quizá cuente que ya he cumplido dos añitos y hasta llegue el momento en que diga que no voy a casa por vacaciones sino que vuelvo a casa después de las vacaciones. Quién sabe, solo diré que todos mis días son lo que quieren ser, yo sólo marco las huellas de mis pies...
Hace un año exactamente nacía a otra vida. La vida holandesa. Esa que consiste en comer fatal y montar en bici aunque mi falda se niegue a dejarme. Esa que está llena de lluvia y últimamente de nieve (creo que esta semana va a volver a caer ese manto blanco que tanto nos gusta por aquí). La vida en la que los kilómetros que te separan de casa se cuentan por miles y las vacaciones se aprovechan para volver a casa y traerse la maleta llena de cosas tan imprescindibles como una botella de aceite (!).
Las fotos se acumulan y atesoran en el disco duro del ordenador, y amenazan con ser tantas que pierdan el sentido de su ser. Las experiencias se acumulan a ritmo acelerado (al menos por ahora que todo sigue siendo nuevo).
Hace un año llegaba en avión cargada como una hormiguita, con mucha ilusión y un despertador que me acompañó todos estos años de instituto, universidad pero que no sobrevivió al duro viaje y me abandonó a mi suerte. No he podido reemplazarlo desde entonces y la verdad es que ese pi-pi-pi que me acompañó tantos años lo eché de menos al principio pero todo se pasa con el tiempo.
El tiempo vuela y uno no se da ni cuenta. Dentro de nada quizá cuente que ya he cumplido dos añitos y hasta llegue el momento en que diga que no voy a casa por vacaciones sino que vuelvo a casa después de las vacaciones. Quién sabe, solo diré que todos mis días son lo que quieren ser, yo sólo marco las huellas de mis pies...
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