martes, 28 de junio de 2011

Inconexo

No, no va a ser un tercer round sobre el tiempo, no. Aunque que sepáis, que hemos rebasado los 30º y estamos cercanos a la fusión. Eso sí, se están poniendo unas nubes que vamos, decían que hoy iban a haber tormentas y hasta granizo del tamaño de huevos de gallina. Ya, veremos. Que también decían que hoy iba a llover todo el día y esto está más seco que el ojo la Inés.

Resulta que tenemos asbesto en el edificio del curro. El otro día, al abrir el internet explorer le hice caso a la página de la intranet donde ponen noticias y comunicaciones. No le hago mucho caso casi nunca, solo cuando Helena me dice "Oye, ¿has visto tal o cual cosa?". El caso es que el otro día me dio por mirarlo (en vez de mirar El País) y vi algo de asbesto. Entré en la noticia y vi que algunas partes del edificio, por suerte lejos, muy lejos de mi oficina, se construyeron en los 70, con asbesto. Así que ahora tienen que quitarlo.

Me olvidé del tema. Pero el lunes, al ir a la cantina vimos que tenían como baños portátiles en el pasillo. Y me acordé de que iban a quitar el asbesto. Realmente no eran baños portátiles, sino puertas de un nosequé de contención para que el asbesto no salga de la zona controlada y blabla.

Me acordé del día que estuvimos en el lago. Había baños portátiles. No sé si habéis entrado alguna vez en uno de estos baños químicos, pero esos estaban limpios, ¡y había papel! Bueno, también había una peaso de araña en una esquina sobre mi cabeza, pero decidí no mirarla y yo a lo mío. Espero que ella también estuviera a lo suyo y tuviera la decencia de no mirar.

En la puerta de casa también hay una araña. Helena no la mata porque dice que su madre le decía de pequeña que las arañas son dinero. Claro, y me ablanda con ese argumento de peso (sí, ya, como si fueras tú a matarla sola, estaréis pensando. Estooo). Pero secretamente estoy deseando que su gata pase por allí y la vea, porque le gusta jugar con arañas, y moscas, moscardones, vamos, todo lo que se mueva, hasta que ya no se mueve más. Eso me gusta, jeje. Cazadora de moscas. El problema es que con el calor que nos ha venido la basura se ha convertido en papilla para la cría de moscas de la fruta y a la gata no le da para exterminarlas a todas. Deberíamos entrenarla.

domingo, 26 de junio de 2011

¡¡¡Yuju!!!

Pero durará poquito.

Por cierto, no, no me he vuelto monotemática hablando sólo del tiempo.

viernes, 24 de junio de 2011

Toma verano

El verano se nos está resistiendo... o ya pasó. Frío, viento, lluvia holandesa, lluvia torrencial, tormentas, ¡granizo!, rayos... y el arco iris

Esta me ha encantado, con el arco iris brillando.


Creo que esta da una idea de cómo llovia... y con sol.


miércoles, 22 de junio de 2011

Momentos raros

Hay algunas veces que vives un momento y como que tu mente se desdobla. Al mismo tiempo vives la experiencia y la analizas como un observador externo. Y piensas, joder, pero, ¿y esto?

Como cambiarte de casa y descubrir un día que tu vecino de enfrente es un profesor de educación física que tuviste en el instituto. Y otro día, estás en el portal esperando a que él abra la puerta porque ha llegado antes y se te queda mirando y te dice "Oye, ¿a ti no te daba yo clases?" al tiempo que se le cae un cepillo de dientes de la mochila, te agachas, se lo das y de forma evasiva le dices que sí, que te daba clases, dices el nombre del instituto y te pregunta qué tal. Hombre, pues sigo en ese instituto... Pero al mismo tiempo no paras de pensar que joder, el cepillo se le ha caído al suelo, ¿no debería tirarlo? O quizá es que lo usa para otras cosas...

Seguí viendo a mi ex-profe de gimnasia. Un día, cuando yo no estaba, se dejó las llaves de casa puestas por dentro y cerró la puerta. Llamó a casa y le pidió a mi padre saltar de la ventana del baño de nuestra casa a la suya, que estaba abierta (este profesor nunca destacó por sus luces). No se piñó finalmente, no. Recuperó sus llaves. Luego los dueños del piso se vinieron a vivir y él se tuvo que ir. Aún recuerdo a la madre de la vecina a grito pelao quejándose de lo sucio que estaba el baño.

En fin, que me salgo del tema. Momentos raros.

Esta tarde al llegar a la estación llovía a mares. No, esto no es raro de por sí. A pesar de que ya estamos en verano tenemos 12º y la calefacción en casa salta de forma automática. Ya ves, 22 de julio y muertecitos del frío en la oficina. Iba andando para casa con el paraguas y se me acerca una mujer, con el pelo chorreando, el rímel alrededor de los ojos en plan oso panda y hablándome no sé qué de un teléfono. Así que le he dicho, con un acento horrible que no hablaba su idioma y me he encogido de hombros mientras pensaba "sí hombre, le voy a dejar mi teléfono de la empresa, a ver si va a llamar a China, no, no, a China llamo yo si me da la gana. ¡Hombreya!". La verdad es que ni si quiera sabía si había dicho algo de un teléfono o qué.

Unos metros más adelante, esperando en el semáforo, convenientemente apartada de los charcos y los coches se me acerca una chica, calada hasta los huesos y me dice si me puede hacer una pregunta. A ella le he contestado en inglés que no hablaba su idioma. No me ha dicho más. ¿Sería familia de la otra mujer?, iba yo pensando. ¿Y se habrá ido a buscar un teléfono? ¿No sería mejor buscarse un bar para no mojarse?

domingo, 19 de junio de 2011

Olores a pies

Es curioso cómo a veces la nariz nos traiciona. Una desearía tener congestión nasal selectiva y perder en ciertos momentos el sentido del olfato (y más desde que en cierto país algunas personas parecen ser alérgicas al agua y jabón y/o aún no se han enterado que además de la ducha hay que usar la lavadora).

El otro día en el tren, a pesar del tiempo puñetero que estamos teniendo para ser junio (que me lo digan a mí, que en esta semana he llegado a casa hasta los huesos por la lluvia, la última esta mañana, mis zapatillas haciendo chof chof) decidieron mantenernos jóvenes con el aire acondicionado. Además de estar empezando a coger frío empecé a notar cierto olor... a pies. Sí, sí, ese olor a pies y humedad que sale cuando conectas el aire acondicionado en el coche y que es por el filtro. Joder, qué tufo... y qué frío, me daba vergüenza y al final no me puse el abrigo, que era lo que estaba deseando hacer.

Me puse a pensar que cuando te huelen los pies se dice que huelen a queso. Pues no, el olor del tren no era a queso (si no me hubiera muerto en más de una hora con ese olor nauseabundo, puaggg). El famoso Eau de pinrel es sólo uno de los muchos olores que asociamos a comidas, como el de huevos podridos (¿pero cuántos huevos podridos habremos realmente olido alguna vez?), croissant (este una amiga cuando se quemaba el motor de un coche), pescaílla (sin comentarios), etc.

Por suerte llegué a mi destino y me bajé de aquel tren con olor a pies (aunque mejor olor a pies que otros olores que nos tocó aguantar en el tren a Düsseldorf...).

A la vuelta el olor cambió. Como perdí el tren y me tocó esperar media hora iba ya casi vacío. En el vagón de primera iba sola y de repente llegó un olor a cerdo... joder, miré alrededor por si acaso y me olisqueé a mi misma, por si las moscas. Pero no, era el olor del paisaje: granja de cerdos.

A ver si desarrollo la congestión nasal selectiva, nunca se sabe qué olor respirarás en el tren...

lunes, 13 de junio de 2011

Misterios sin resolver...

Desde luego que cuando uno planea un día nunca sale como previsto. Unas veces se tienen altas expectativas y todo se va a la mierda, otras, un día anodino se transforma hasta ser una jornada inolvidable tan sólo con responder al teléfono. Lugar exacto en el momento justo.

No es que me quiera poner trascendente, pero ¿cuántas veces habías pensado quedarte en el sofá de casa sin hacer nada, decides salir a tomar una cerveza y llegas a casa a las 5 de la mañana habiendo disfrutado como los enanos? A mí alguna me ha pasado, como el día del concierto en la bici, jaja.

O noches bizarras, de esas que piensas si estarás siendo objeto de la cámara oculta, tíos llamándote "chica pequeña" en el idioma autóctono, robándole el taburete a una amiga, borrachos cogiendo un cacahuete y contándole una milonga a tu amiga sobre "la semilla del amor", más borrachos dando la plasta hasta que otra amiga los manda a tomar viento fresco gritando en medio de un bar que no le gusta y que huele mal...

Todo esto viene porque hoy pensaba salir al gimnasio, ir a comprar un regalo, volver a casa y comer, ir al super y encostrarme. Pero no... salí de casa a las 11 y volví más allá de las 16 con 120 euros menos en el bolsillo. Eso sí, muy bien gastaos, jaja. Todo por encender el móvil después de salir del gimnasio. Oportunidad, que dicen.

miércoles, 8 de junio de 2011

Me he apuntado al gimnasio (parte tres)

La primera semana bien.

La segunda semana un poco cansada, pero bien.

A la tercera semana me dio un tirón y decidí no empezar con step.

Luego en spinning se me agarrotan algunas veces los dedos de los pies pero aguanto como una jabata.

Me hago una herida en un talón y no me puedo poner las zapatillas ergo, no hay gimnasio.

Esta semana me sale una ampolla en el pie.

Si es que soy una pupas...

Mañana al BodyÑam, uy, digo BodyJam con el Compeed pegao a ver qué tal.

jueves, 2 de junio de 2011

El tren de la bruja

Esta semana se me va a hacer super corta. El lunes Helena y yo nos cogimos la maleta y el portátil y nos fuimos al tren: primero de Nijmegen a Ámsterdam a pillar el Thalys (el AVE francés) para llegar a París. Y allí cambiar de estación para ir a Évreux. Resumen: salimos de casa sobre las ocho y media de la mañana y llegamos al hotel a las siete de la tarde. Eso es eficiencia.

El trayecto en Thalys no tuvo mucho que comentar: en el último vagón, de espaldas a la dirección del movimiento (que resultó ser como fuimos en todos los trayectos, uff, menos mal que no nos mareamos), lejos del coche-bar y rodeadas de una excursión de jubilados australianos que liaron una bien gorda para subir todas sus maletas a la parte de arriba. Al menos nosotras ya habíamos acomodado las nuestras. La siestecita que nos echamos en algún momento entre Bélgica y Francia vino de miedo. Sobre todo porque me terminé el libro muy rápido y ya no tenía nada más para leer. Por suerte el mp4 iba cargado a tope.

Ya en París nos tocó hacer ejercicio. Todas las escaleras en esa parte de la estación eran normales, salimos a coger el metro y resulta que estaban cerrados los tornos por un perímetro de seguridad de la policía. Pues nada, a subir unas escaleras (no mecánicas) con la maleta, cruzar la calle y entrar a la estación por otro sitio. Menos mal que había ascensor. Empezamos a buscar el andén. Nos equivocamos, subimos al pasillo, resulta que todas las escaleras son de subida y ninguna de bajada. Otra vez al punto de partida para encontrar el pasillo de escaleras de bajada. Y ya por fin entramos en el andén correcto. Llegamos a la estación de Sant Lazare y están en obras. Joder, otra vez a cargar con la maleta. Pero bueno, compramos el billete (bueno, Helena lo compró que sabe francés, a mí me habrían mirado con cara rara, como durante todo el viaje, jaja) y salimos fuera (previa subida a pie de la maleta) a la calle principal. Tiempo para comer un bocadillo en baguette que me destrozó el paladar y me dejó los dientes más limpios que cualquier manzana verde, entrar en el Fnac, el Zara y de vuelta para la estación.

El siguiente tren era más cutrillo e iba lleno. Helena no paraba de decir que era el tren a Talavera. Si os preguntáis qué hace una portuguesa hablando de Talavera, la respuesta está aquí.

Y ya en el hotel. Muy mono, con tele que no encendí en los 3 días, wifi gratis que me vino muy bien para ver el email del curro y leer lo de los pepinos españoles.

Tras una reunión de medio día el martes a ver la mega ciudad que ya habíamos visto el lunes por la tarde. Compramos los billetes para volver el miércoles, vimos las tiendas, volvimos al hotel, salimos a cenar en un sitio muy guay con estrellas michelín y donde me ignoraban porque hablaba inglés. Según Helena la camarera flipó cuando dije que yo quería el entrecot. Mira que yo decía lo que quería y además señalaba con el dedo. Pues nada, que no, miraban a Helena como dicendo "Y esta paleta qué quiere". Paseíto de vuelta al hotel y a dormir.

Al día siguiente otra vez para el tren. Salimos con mucho tiempo del hotel y nos tocó esperar en la estación rodeadas de gente con maletas. Ay las maletas. Que llega el tren y nos vamos a sentar. Sube Helena su maleta, coge la mía y no atina. No pudimos ninguna de las dos. El chico de al lado que nos ve y nos dice en español que si necesitamos ayuda, porque claro, liamos una en el tren, entre descojonándonos, Helena diciendo que si llevaba un muerto en la maleta (no, el portátil), poniéndose la maleta encima de la cabeza, yo tirando para un lado y diciendo que cuidado con la cabeza de la de delante. Y en esto que llega un chico super mono, me coge la maleta de las manos y la sube. Merci, merci. Y a descojonarnos todo el trayecto del tema. Al final resultó que el chico viajaba con su familia y eran americanos. Nos los volvimos a encontrar en el Thalys de vuelta. El mundo es un pañuelo, pero creo que ellos solo iban hasta Bruselas.

Otro metro a la estación. Con suerte, porque por lo visto justo después del nuestro había problemas por un accidente. En la estación del norte salimos a comer. Ohhh pollo asado, cuánto tiempo.

Esperamos al tren y buscamos nuestro vagón (con tiempo a ver al chico americano otra vez, jeje). El tren de la bruja, chu-chu.

Buscamos nuestros asientos y mientras subimos las maletas me fijo en el hombre que se iba a sentar delante de mí. Veo que lleva algo en las manos: ¡un gato suelto! Helena iba todo el camino mirándolo y diciendo que tenía que estar drogado, porque casi no se movió en todo el rato. Llegaron dos chicas asiáticas, una intentando subir una bolsa arriba, por encima del hombre del gato. Eran peores que nosotras en el otro tren. La bolsa no cabía y el hombre empezó a decirles que al final le iban a tirar la bolsa en la cabeza. Desistieron.

A la izquierda llevábamos a una madre y su hija de unos 10 años jugando con el iPhone. Según Helena llegó un momento en el que la niña le estaba enseñando un juego y la madre se emocionó tanto que le arrebató el cacharro a la cría de las manos.

Delante de ellas tres críos de entre 9-13 años, diría yo. Tres horas y media de viaje incordiando, que si el iPhone, que si la Nintendo, que si el libro, la revista, ahora me pongo a darte patadas, ahora te tiro del pelo, unas galletas, todo por el suelo... y los padres a tres kilómetros de ahí. Desde luego que un viaje aburrido no fue.

Me pasé medio viaje poniéndome de pie en el asiento para llegar a mi maleta. Se me había olvidado sacar la botella de agua, luego saqué el bolso para coger dinero, luego lo volví a guardar, luego Helena me pidió el cargador de su iPod, etc. Debían estar flipando conmigo, sobre todo el gato.

La primera vez que me levanté al baño el de mujeres estaba ocupado y el de hombres libre. Espero a que se abra la puerta del de mujeres y sale un hombre (¡!). A partir de entonces dije que para qué esperar, las otras dos veces entré en el de tíos que estaba libre. Total...

Helena se levantó primero al coche-bar y volvió traumatizada por una americana que estaba mareando a la chica preguntado qué era eso de "baguette emmental", jajaja. Luego yo me levanté a comprar algo de comer, y para poder pagar con la tarjeta de crédito (mínimo 10 euros) pillé 2 yogures, una magdalena y una botella de agua. Precio justo, jaja.

Llegamos con retraso al final. Y mientras esperábamos a que se bajara todo el mundo la americana que no sabía qué era el emmental me dio una hostia con la mochila que casi me tira las gafas. La madre del iPhone se puso en el medio haciendo cola porque estaba abriendo la maleta.

Al final salí la última del tren, jajaja.

Desde luego que largo el viaje fue, pero entretenido un rato.