Directamente desde el pasado de mi infancia, paso por la calle y, ¿qué ven mis ojos? Los froto, vuelvo a mirar, no, no puede ser. Será otro modelo, no, espera, que sí, que sí, que es...

Todos los recuerdos de golpe: las vacaciones, el levantarse temprano para "no ir con la calor", que arrancabas y había que esperar a que subiera el coche porque la amortiguación era hidráulica, las veces que tuve que manejar el volante mientras mi padre empujaba el coche para meterlo en el garaje sin tener que arrancar, las veces que habré vomitado en el coche de pequeña, lo difícil que era encontrar un sitio donde entrara, el recuerdo de las luces frontales iluminando y los mosquitos arremolinados alrededor, el calor que salía del capó, cómo era el maletero, la radio del coche, que era como un ladrillo y se le caían los botones. Aún recuerdo la vez que mi padre, al salir de casa, me dio el bolso donde lo llevábamos y me advirtió de que no se me cayeran para, a los dos segundos, ver cómo rodaban un par calle abajo.
Ay... y los últimos estertores del León, cómo iban dando explosioncillas las bujías y avanzábamos a trompicones en su último viaje.
¡Qué de recuerdos en un coche aparcado en una calle, en otro país, en otro mundo!
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