viernes, 23 de diciembre de 2011

Vacaciones que no lo son tanto

Heme aquí, sentada en mi antigua mesa de escritorio rodeada de una pila de mierdas varias. ¿Por qué cada vez que vengo a casa por vacaciones acabo haciendo cosas que no me apetece hacer? Como intentar disminuir mi sentimiento de síndrome de Diógenes. El lunes por la tarde vacié mis ocho cajones entre el escritorio y la estantería y aún no me he quitado todos los trastos de la mesa.

Por dios, cómo puedo tener tantas cosas!!! Y todo material de oficina: bolígrafos, plumas (si yo no sé usar de eso), marcadores fluorescentes, libretas de publicidad, hojas de archivador, carpetas, fundas de folios, calculadoras científicas (nótese el plural), típex secos, un bote de 1000 clips!!!

Y eso que no me ha dado como a mi hermana que está haciendo criba masiva de apuntes de la carrera. Eso requiere demasiada energía. Fíjate que solo de los cajones me dio un lumbago...

En fin, de vacaciones por Navidad. Estoy harta ya de que me digan "JAH, JAH, JAH (con eco) vuelves a casa como el Almendro". El primer año tuvo gracia un rato, ya no. Y de tour visitando a gente. Con la agenda a ver cómo hago, porque claro, la gente luego no está disponible y acabo quedando por la mañana con alguien y por la tarde a otro sitio.

Luego necesito vacaciones de las vacaciones, entre las agujetas de llevar el peso de mi Diógenes y el corretear de un lado a otro de la ciudad para ver a la gente.

Inciso, olvidé decir cómo fue mi viaje: afortunadamente me tocó en una fila de tres sin nadie en el medio. Solo el hombre de la ventanilla y yo. Como de equipaje de mano llevaba solo mi bolso, pasé de hacer fila. Solo me levanté de la sala de espera cuando vi que el final de la cola llegaba a mi altura. Me senté, dejé mi bolso bajo el asiento y observé cómo la gente se peleaba ferozmente por incrustar sus trolleys o mochilas arriba. Casi se le cae al señor de delante una mochila en la cabeza. Esta vez tuve la suerte de que no amenazara mi salud.

El chico al otro lado del pasillo tenía serios problemas para entrar en el espacio reservado a sus piernas. Pensé al principio que era holandés por la altura, pero su físico: moreno, ojos verdes, piel morena, pelo revuelto pero SIN gomina (minipunto para el larguirucho) no parecía especialmente tulipano. Luego vi que llevaba en su maletín un fonendoscopio (oooh médico) y que se sacaba su pasaporte en hebreo (ah, que era israelí). Me sentí como cuando viviendo en Holanda me fui a Alemania para volar a EEUU. Si este chico era israelí, ¿necesitaba pasar por Ámsterdam para ir a Madrid? Y el caso es que me pareció que le dijo algo a alguien en español. ¡¿Qué?! ¡¿Qué?! Mi vuelo son 2 horas y media y necesito entretenerme con algo, me había terminado el libro en el tren. Luego pasaron los azafatos con la comida, un holandés rubio más alto aún que intentó hacerse el gracioso cuando practiqué mi holandés con él. La próxima vez le hablo en español y le digo que se meta los sándwiches por donde no le da el sol.

En fin. Me reclama mi basura.

¡Ah! Y Felices Fiestas... Cuidado no os pille desprevenidos como al del dibujo:

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