martes, 19 de junio de 2012

Necesito vitaminas

Si hace un par de semanas tenía un catarro que cada vez que tosía asustaba hasta la gata resulta que esta semana... ¡vuelvo a estar resfriada! (y ahora cuando toso vuelco la sopa de la cantina sobre la bandeja, incluyendo la tarjeta de débito).

Yo ya estaba en camino de recuperación, pero justo este fin de semana me fui a Barcelona y caí víctima de los aires acondicionados. Debe ser que mi cuerpo no está acostumbrado a estos frescores en Junio...

Y hablando de Barcelona, otro hotel que me ha tocado visitar. Después del palizón de coger el tren, esperar en el aeropuerto, volar con Vueling (mi primera vez y espero última), asientos duros como piedras, tren, luego taxi (con taxista hipermegatatuado que escuchaba MaximaFM y que me llamó de usted todo el trayecto, pordiosbendito, si me debía sacar 5 años mínimo), llegué al hotel. Y vaya hotel. 

No es que fuera mal hotel, que no, estaba bien. Pero es que llegué como a las 22:30 y aquello estaba tan muerto y muermo que no me extraña que la chica que me atendió en la recepción pareciera tan sosa y desganada. Claro que luego resultó que era siempre así, hablando super despacio, como con ojos de cordero, haciendo todo a velocidad de tortuga.

- ¿Meee peeermiteee sssssuuu DeeNeIII?
- Perdona, ¿decías? es que me he dormido mientras hablabas, mira, si hasta se me ha caído la baba y todo.

Después del primer día se me fastidió la tarjeta-llave de la habitación, ¿y quién estaba en recepción para volver a imantarla? Efectivamente, la chica tortuga.

- ¿Meee diceee qué haabitaaciónnn eeeeraaaa?
- No, gracias, que ya casi que hago el check-out.

¡Ay! Y ahora que me acuerdo. Cuando me bajé del avión en Barcelona, me preguntó una señora que por dónde estaba la salida. Después de indicárselo un par de veces, al final la medio adopté (señora, sígame, sígame, si total, ya le he dicho que siga los carteles que dicen claramente salida y aún así me pregunta cada 10 metros si por ahí se sale) y la llevé conmigo hasta la puerta. Pues me contó su vida en los 15 minutos que nos separaban de la salida. Desde luego que hay veces que me pregunto qué me ve la gente en la cara que sienten la necesidad de confesarse, desahogarse, venderme cosas, querer que me una a grupos religiosos... En fin.

A ver si se me pasa este catarro y no pillo más hasta que venga el invierno de verdad. Ains.

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