martes, 10 de febrero de 2009

Poniendo pie en tierra holandesa

Pues aquí estamos. En las tierras bajas (y tan bajas, una que viene de Madrid a tanta altura sobre el mar y aquí estamos a tan sólo 16m. sobre el nivel del mar). El viaje comenzó bien tempranito con el sonido del despertador a las cinco y media de la mañana, para ya se sabe, estar 2 horas antes en el aeropuerto. Una vez descargado el maletón de 25 kg. en el mostrador, tras haber timado a la azafata presentándome solo con mi mochila (de unos 6 kg.) consigo deshacerme de un peso. La verdad es que de equipaje de mano llevaba, atención: la susodicha mochila, el trolley de unos 10 kilitos de ná, el portátil y la gabardina en la mano. Menos mal que mi asiento era el 22D y pude embarcar de los primeros, porque encasqueté todos los bultos como una campeona antes de que llegara un grupo de músicos chilenos que terminaron de invadir los maleteros.
El vuelo, con azafatos, todos, ni una mujer. Salimos con una horita de retraso porque por lo visto alguien había facturado su maleta pero no se presentó al vuelo (sí, hay personas de ese tipo que se levantan por la mañana y piensan "hoy me voy a gastar una pasta para que me busquen por el aeropuerto, a ver si aparezco o no", vamos de esos que les gusta la intriga). Llegamos por fin a Amsterdam a las 12 y pico de la mañana y salí corriendo a por mi maleta.
Ya con todos los bultos acoplados más mal que bien me fui en busca de la estación de tren. Otro momento estresante, con mi visión túnel que tan bien me caracteriza en esos momentos, me dirijo a las máquinas automáticas y con horror compruebo que sólo se pueden comprar billetes con tarjeta o con monedas (sí amigos, aquí el billete no ha llegado). Me volví loca hasta que decidí preguntar al chico más guapo de todos los que estaban por allí comprando su billete (que una será una estúpida a la hora de encontrar las cosas, pero tonta no :P) y le pregunté. Y así llegué a la taquilla para encontrarme con la bruja del oeste que me hizo entrega de mi billete hacia Boxmeer.
Ya una vez en el andén comí algo (habiendo desayunado a las 6 de la mañana y siendo la una de la tarde ya no sabía ni lo que el estómago era). Y esperé al tren. Con mi super fuerza fui capaz de subir mis trastos al tren y empaquetarme como pude en un asiento solita para no estorbar a la gente.
Bajada en Nijmegen (que se dice como "naimejen") y búsqueda del tren que me llevaba a Boxmeer.
Boxmeer es un poco como el culo de Holanda, o eso pensé nada más bajarme del tren, porque no tenía ni una raya de cobertura en el móvil. Crucé la vía del tren y allí estaba esperandome mi jefe, Hans, que cuando me subió la maleta a su maletero lo flipó en colores y me preguntó cómo la había subido al tren...
Ya en la oficina ronda para conocer a toda la gente (de la que ya no me acuerdo, salvo de los españoles, que aquí somos legión) y luego para casa con mi compañero de oficina y casa, Pascual, que es también veterinario (que por aquí hay superpoblación de vetes).
Cuando mi compi me ayudó a subir la maleta a la casa lo flipó en colores y me preguntó cómo la había subido al tren...
Claro, hoy tengo unas agujetas que me muero, pero vamos, bien.
Esta mañana vivimos la experiencia de ir a Hacienda a por el número de la seguridad social y que el funcionario te sepa hablar en inglés (imaginaos si eso puede ser posible en España xD) y de abrir cuenta en el banco que más risa nos causa a los españolitos: el Rabobank!
Mañana será otro día y algo haremos en la oficina, espero.

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