jueves, 8 de septiembre de 2011

El tembleque

Terminamos de cenar, me levanto con el plato, se lo dejo a mi compañera de piso en la pila y de repente me dice: "Oye, ¿qué ha sido eso que se ha movido la casa?". Yo como no he sentido absolutamente nada pensaba que serían los vecinos, que cuando cierran de un hostión la puerta de casa nos tiembla el suelo. "Pues serán los vecinos cerrando la puerta".

Bien. Pasan unos minutos y empieza a sonar su móvil. Que tiene cojones la cosa, oigo yo siempre su móvil, en su bolso, en su habitación en la planta baja sonando, y el mío no lo oigo nunca. A este paso me voy a tener que poner la canción pestosa que lleva ella a ver si así me entero.

Se pone a hablar con un amigo y le pregunta si ha notado algo. Pues vaya, va a ser que los vecinos no dan portazos tan fuertes como para que se sientan al otro lado de la ciudad.

Empieza la caza y captura de la noticia en internet. Al final ha resultado ser un seísmo de 4.6 en la escala Richter con epicentro en la frontera.


Ahora tengo a Helena en plan Antoñita la fantástica pensando que la casa se nos va a caer encima porque esto va a ser como Japón. Ya ves, y si llega a ser por mí me habría enterado del temblor en la oficina porque me lo preguntaran los compañeros holandeses. Increíble como una lluvia torrencial me despierta en medio de la noche pero no siento ná del 4.6 este.

Si es que este país tiene de todo: lluvia, nieve, sol (poco), porros, bicis, canales, vacas, ovejas, rubios, morenos, pelirrojos (increíble la cantidad de pelirrojos, ya hablaré en otro momento de eso), granjeros, gomina, más gomina... y hasta terremotos.


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