martes, 11 de septiembre de 2012

Roadtrip por Islandia. Los fiordos del este y la carretera que no era

A la hora del desayuno esta vez no nos quedamos sin sitio y llenamos bien la mesa de tostadas, galletas, tés y fruta. La verdad es que para nosotras lo de desayunar huevos revueltos y salchichas se nos hacía un poco cuesta arriba, pero en todos los hoteles donde nos quedamos creo recordar que servían. Nosotras somos más del desayuno español de algo dulce y la leche, pero cuando vamos de viaje cargamos bien las reservas con tostadas, cereales, yogur (que está muy bueno en Islandia!), fruta y sándwiches.

Otra vez empaquetadas como los gitanos en el coche, nos fuimos para Höfn a preguntar qué había allí para ver. No mucho, la verdad. Un museo de piedras, un museo de barcos y otro de arte y el puerto. La mujer de la oficina de información estuvo más contenta de decirnos dónde había un banco para cambiar dinero que para indicar qué ver en el pueblo.

Cambiar dinero en Islandia es gratis, vamos, que no cobran comisión por ello y se puede hacer en cualquier banco.

Nos dimos una vueltecilla por el puerto y por un parquecillo cerca. Resulta que en días claros desde allí se pueden ver hasta 5 lenguas del glaciar, pero como tuvimos la maravillosa suerte de que la niebla nos cogió en el sur y ya no nos abandonó hasta un par de días después, no vimos ná de ná.

Justo al salir de Höfn, y antes de entrar en un túnel para pasar al otro lado de los fiordos, la guía nos recomendaba ir hasta el faro de Stokksnes para ver unas bonitas vistas con focas. Bueno, pues allá que nos fuimos, por una carretera de mierda llena de pedruscos y ovejas.

 Beee

Cuando ya nos acercábamos al faro, vimos que había una valla con advertencias de no traspasar los límites. Resultó ser una instalación de la OTAN y aparcamos de cualquier manera el coche para ver si el faro se podía alcanzar andando desde otro camino. Estaba diluviando y hacía frío. El camino estaba encharcado y cuando llevábamos 5 metros salió un coche, se paró un segundo a observar el nuestro y siguió. La verdad es que eso nos convenció de que quizá la guía estaba equivocada y no deberíamos estar ahí (y con esa lluvia). Así que regresamos sin saber si el puñetero faro se podría alcanzar o no y sin esas vistas de las focas que nos decían en la guía.

En otra vida, quizá.

Tras pasar el túnel llegamos a los fiordos del Este. Nuestra primera parada, sí, una cascada: Stafafell. En el camino a Stafafell cruzamos uno de los paisajes que nos encontramos muchas veces por el sur: un campo llano, negro, de basalto, cruzado por múltiples dedos de agua formando ríos.

Al Este de Islandia encuentras paisajes que sobrecogen: la carretera avanza a muy pocos metros del agua, sobre una pendiente, encajonada por un lado por laderas de roca volcánica y por otro de un acantilado que baja al fiordo.


En los fiordos de Lón y Álfta vimos grandes bandadas de cisnes salvajes. Menos mal que la carretera no va muy transitada, porque es imposible no pararse a mirar y deleitarse con las vistas de los fiordos. Los islandeses deben saberlo, y cada pocos cientos de metros suele haber zonas de descanso para aparcar el coche y poder disfrutar.


El día nos salió un poco lluvioso a ratos, pero paramos igualmente, jeje.

Seguimos nuestro camino por la carretera sinuosa a lo largo de la costa hasta Djupivogur (rebautizado para la ocasión como Yupiyogur), donde nos dimos un paseo por el puerto y subimos como las cabras a un punto indicado para disfrutar de las vistas. Resulta que por la zona hay rutas marcadas para hacer senderismo y ese punto era un punto de partida.

Siguiendo nuestra ruta por la carretera a lo largo de la costa nos equivocamos de camino. Resulta que nuestro destino final ese día era Egilsstaðir, y al poco de salir de Breiðdalsvík en una encrucijada tomamos el camino a Egilsstaðir por la carretera 1. Pues nuestro viaje debía continuar por la 96 y acabé conduciendo por una carretera de piedras entre la niebla y subiendo un puerto. Como nos cruzamos con un tractor con una pala dimos la vuelta.
El coche acabó de mierda hasta los topes.
Así que condujimos por la 96 pasando por el resto de fiordos hasta llegar a Reyðarfjörður, donde nos desviamos para tomar la carretera 92 hacia Egilsstaðir. Como conducía yo tocaron condiciones de mierda: niebla cerrada. Creo que en mi vida me ha tocado conducir con tantas lluvias, empañamientos de cristales y niebla como en Islandia. La niebla era tan cerrada que costaba ver si había más coches delante.

Pero llegamos, y nos tocó buscar la granja donde nos hospedábamos, ya que no estaba indicada (o no se veía con la niebla). La Guesthouse Egilsstaðir fue uno de los hoteles que más nos gustó. Fue una antigua granja que los dueños (que por cierto, son los descendientes de los primeros dueños) acabaron reformando. Nos dieron una habitación con vistas al lago que gracias a la niebla no pudimos disfrutar hasta la mañana siguiente xD


Caímos rendidas en la cama después de un té reparador...

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