viernes, 21 de febrero de 2014

Visita al Ikea [insertar música de terror]

Era inevitable. 

Te alquilas una casa de esas de cuatro paredes, sin suelo ni ná. Miles de horas invertidas en elegir la pintura en el Gamma (jodó, qué cara es la pintura, oiga), para que luego a la semana siguente entre en oferta. Otras cuantas más decidiendo si te quedas con los rodapiés viejos o los pones a juego con el suelo. Luego elegir el suelo (ossstiá, qué caro el suelo, ¿no?). Pintar y montarlo todo. Ir a mirar electrodomésticos. Pasarse las horas muertas decidiendo de cuántos litros hace falta el frigorífico, ¿1400 rpm son muchas?, ¿eso de A+++ es cierto o es un mito (o son los padres)? Encargarlos. Que te los vayan a llevar y que no se presenten (cabronesss). Que por fin se presenten y te los conecten.

Y ya está. 

Ya no se puede procrastinar más. 

La casa está preparada para ellos...

¡¡¡Toca ir al Ikea a escoger y encargar los muebles!!!

Ese infierno dantesco que huele a albóndigas, plástico barato y velas perfumadas (todas a la vez).

Ahí estás con tu lista de la compra, todo ordenado por peso (qué organización) y acabas comprando el sofá del color distinto al que habías planeado. Cambias la mesa de la cocina, como las sillas que anteriormente habías elegido no pegaban con la primera mesa, las cambias, pero al cambiar a otra mesa, vuelves a las sillas. Y las sábanas, y los edredones. Ah, que el edredón que tú quieres ya no se vende en el tamaño que necesitas y el que lo va a sustituir aún no se vende (coño, también es casualidad). Y las almohadas (¿y yo, duermo más de lado o más sobre la tripa? ¿me romperé el cuello si cojo esta o me asfixiaré en aquella?). Y, espera, ¿venden esa mierda en Ikea?

Y por fin llegas al almacén a hacer tu pedido. Y una señora holandesa que está encargando 2 mierdas se tira ahí 3 horas y te hacen esperar. Y ya por fin te atienden. Y te sacan la factura (osstiá, un sueldo y medio). Y como compensación te dan un vale para un café y un trozo de tarta (qué generosidad ¬¬). Y cómo no, Murphy se alía en tu contra y eliges la cajera joven en vez de la de más edad pero no te das cuenta que el señor que va delante de ti tiene como edad de jubilado y se tira 3 puñeteras horas para pagar porque se pone a comprobar la megalista del ticket para ver que la chica no le está timando. Y pagas. Y te piras.

Pero sabes que lo peor sólo acaba de empezar. Porque ahora toca...


MONTAR LOS MUEBLES DE IKEA 


(aunque no se ha dado tan mal para empezar)

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