jueves, 6 de septiembre de 2012

Roadtrip por Islandia. Los desiertos negros y el chaparrón

Nuestra tercera etapa del viaje nos llevó desde Vík al fiordo de Höfn, Hornafjörður.

Después de desayunar en Vík volvimos a meter las maletas como si fueran piezas de tetris en el maletero y el asiento trasero para continuar nuestro viaje a lo largo de la costa sureste del país. 

La primera parada del camino era el Parque Nacional de Skaftafell, pero nos separaban los desiertos negros de Skeiðarársandur. Al sur del glaciar Vatnajökull se hallan estas impresionantes y desoladoras extensiones de arena negras, sedimentos arrastrados por el deshielo del glaciar y restos de erupciones.

Tras un buen rato de coche empezamos a acercarnos al glaciar. Es increíble ver 2 lenguas del mismo desde la carretera, el parque Skaftafell se halla junto a estas lenguas, y aunque la carretera no llega a pasar por el lado, se ven muy bien.

Aparcamos el coche y nos aprovisionamos de lo necesario para la caminata en busca de la cascada Svartifoss, que debe su nombre (cascada negra) a las columnas basálticas sobre las que salta. Mientras recorríamos los 2,5 km que nos separaban de ella (bueno, creo recordar que esa era la distancia) empezó a llover, así que nos sacamos el uniforme del viaje: nuestros ponchos para la lluvia talla XXL (así te los puedes poner por encima de la ropa y hasta la mochila) y de color discreto: fucsia.

Por el camino nos encontramos otras 2 cascadas más. La verdad es que Svartifoss no es muy grande, pero los bloques de basalto la hacen única entre todas las que vimos (y vimos unas cuantas, jeje).

El poncho nos daba una sesión de sauna gratis. Menos mal que dejó de llover un rato y nos destapamos un poco. De vuelta al párking nos buscamos un merendero en el cámping y repusimos fuerzas antes de continuar nuestro camino.

Dijimos adiós a las lenguas del glaciar y seguimos la carretera 1 (LA carretera), para dirigirnos a Jökulsárlón, el lago de los icebergs. Me tocó a mí llevar el coche y no paraba de llover, cada vez con más fuerza. A pesar de llevar los limpiaparabrisas a tope, casi no daba abasto. Y con el agravante de que se me empañaban todos los cristales. La verdad es que tuvimos muy mala suerte.

Casi se nos pasa el lugar para parar. Este lago glacial tiene la peculiaridad de estar lleno de icebergs, el hielo que se desprende del cercano glaciar llega hasta el lago. Aparentemente se pueden observar focas sobre los trozos de hielo en el crucero que puede realizarse. Lamentablemente, llovía tantísimo (la chica de los tours nos dijo que nunca en su vida había visto llover tanto en esa época del año) que se cancelaron todos los viajes y nos quedamos con las ganas.

 A view to kill :P

Como no había nada más para ver una vez que vimos el lago y nos dijeron que no podríamos recorrerlo en bote, volvimos al coche.

El puente que cruza el lago es bastante largo, con cambio de rasante y solo cabe un coche. Los cristales seguían empañadísimos y veía menos que un pez frito, pero una vez que entré, que fuera lo que fuera, ¡allá íbamos!

Esa noche dormíamos en un hotel llamado Árnanes, antes de llegar a Höfn. Nos costó encontrarlo a pesar de que está en la misma carretera. Es confuso, ya que en algunos carteles ponía Árnanes V, en otros Country nosequé, y como los carteles que indican en Islandia están en la propia salida, pues eso, que nos pasamos y nos tocó dar la vuelta.

Pero lo encontramos, y allí que fuimos a recoger nuestra llave. Resultó que no nos quedábamos ahí mismo sino en otra casa que tenían en el pueblo para familias. El hombre era amable pero me recordó al estilo holandés: cuando fuimos a cenar, el comedor (muy pequeño, por cierto), estaba prácticamente lleno. Justo detrás de nosotras entró una pareja, y como a ellos sí los podía encasquetar en una mesa de 6 junto a otra pareja, los atendió antes. Cuando le dijimos que nosotras 3 queríamos cenar también puso cara de esfuerzo, casi que vimos cómo le salía humo de las orejas pensando y acabamos desistiendo y yéndonos a otro hotel (otro Edda, por cierto) a cenar.

La cena fue riquísima: de primero una sopa espesa de marisco y pescado, que nos revivió después del frío pasado en el coche (porque para desempañar los cristales fuimos casi todo el trayecto con el aire acondicionado) y de plato principal escogimos 3 distintos para intercambiarlos: cordero al horno, trucha ártica y bacalao. Todo estaba riquíiiisimo. Fueron las mejores kronas gastadas ese día, jeje. Y compensamos un poco el no viaje  por el lago con una comida típica islandesa.

2 comentarios:

  1. Con lo que más he flipado, no es con el viaje en sí, que por las fotos y lo que cuentas está genial, nunca habría pensado en querer ir a Islandia pero me están dando unas ganas tremendas....peero lo más importante es ¿como sabes escribir los nombres tan rarísimos!?! hornanoseque?? Skeinosecuanto vatnaalgo... cómo leches se pronuncian?? jajaja

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  2. Jajaja, Tomate! si por mí fuera, me habría inventado todos los nombres, salvo 2 o 3 que tenían un nombre más o menos "recordable" para los demás tiré de los mapas y guías que fui recolectando a lo largo del viaje ;)
    Anímate, el viaje merece mucho la pena, yo nunca hubiera pensado tampoco en ir a Islandia y volví encantadísima!

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